1793, de Niklas Natt och Dag (Salamandra, 2020)

Una novela negra. Histórica y sueca. Entretenida y con pasajes cautivadores. Sin ser una obra maestra, es plenamente recomendable como lectura de estío.

Aunque el autor es novel, el ritmo y estilo narrativo es bueno (o por lo menos, eso muestra la traducción de Patricia Antón). Aunque incluye muchas descripciones de contexto, lo hace de forma ágil y amable, sin recrearse en los detalles, más allá de lo que requiere la propia historia que cuenta.

1793 narra la vida de varios personajes en torno a un hilo conductor: el hallazgo de un cadáver mutilado en un lago de Estocolmo. Para desentrañar el misterioso cuerpo entran en acción un abogado veterano con dotes policiales y un supuesto guarda (que luego resulta que no es propiamente tal). Estos dos personajes hacen las veces de un Sherlock Holmes y un Watson (o, a veces de un Quijote y Sancho). Esto es, un personaje que desentraña y explica la realidad y otro personaje, a su lado, más leal que avispado.

El hilo de la narración va dando entrada a muy diversos personajes, sobre todo plebeyos, del Estocolmo de 1793. Se muestra así, mediante la descripción de vidas penosas, plagadas de carencias materiales y morales, la sociedad estamental sueca a finales del siglo XVIII. En esta descripción no hay nada con lo que empatizar. Porque todo es sórdido, oscuro, repelente. A diferencia de otros relatos de época, donde aparecen hilajos de felicidad en medio de la miseria, aquí no hay concesión alguna para las virtudes humanas.

Y pese a todo, pese a su oscura negritud, el relato merece la pena. No deja desconsuelo porque en el fondo, no pretende ser un relato histórico –pese a situarse hace dos siglos- sino un relato inventado en un momento histórico recreado con libertad literaria.

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